Siempre Don Carnal
Defendía Eduardo Arroyo que con la máscara, en la impostura, es cuando más uno es. Porque nos define más a lo que aspiramos que lo que somos. Arroyo, que era un genio en todo lo que se proponía, trabajó mucho sobre el tema de la máscara, Fantomas y su máscara negra quedaron inmortalizados en muchos de sus cuadros y él siempre jugaba con aparecer oculto, en un baile de máscaras perpetuo, en un Carnaval sin fin. También, Edu Galán en una entrevista debida a su último ensayo ‘La máscara moral’ decía esto: “Tenemos diferentes máscaras para funcionar en nuestra vida, algunas contradictorias entre sí, y vamos intercambiándolas, en un proceso inconsciente, dependiendo del momento, el lugar y el auditorio. No hablas igual con tu madre que con un amigo, pero tampoco con tu amigo un martes que un sábado de copas”.
SER AUTÉNTICOS
Y ahora llega el Carnaval, el Antroxu para los asturianos, y no sabemos qué máscara ponernos o si es el momento de despojarnos de ella y ser auténticos por una vez al año. Porque cuándo es más uno que en esos momentos de concordia y francachela en nuestro lugar favorito, que por una cosa y otra siempre es MALA-SAÑA. Esa careta despojada en la barra frente a ese camarero que te escucha y te entiende, que te da de beber como quien te echa un salvavidas con un cabo a lo seguro cuando estás batiéndote contra las olas en medio de la tempestad.
Llamémoslo Antroxu o Carnaval, allá cada uno, prestémonos estos días a la fiesta y a la transgresión: es lo que toca. Siempre antes con Don Carnal que con Doña Cuaresma, porque los buenos momentos no abundan, pero hay que hacer por ello. Porque esos buenos instantes que pasamos justifican el esfuerzo y trabajo que componen la mayoría del año. Disfrácense y expriman estos días como si no hubiera un mañana, que sí lo hay y merecerá la pena, sólo hay que fijarse en cómo se alargan los días y reina la luz.
CELÉBRENLO EN MALA-SAÑA
Ya que estamos en Carnaval, celébrenlo acercándose a MALA-SAÑA y pidiendo una caipiriña en honor a Brasil y sus carnavales, que bien merecen una visita y varios brindis. Porque la alegría se contagia, no se explica ni razona, se transmite. Y con su máscara, con la que quieran, o no, aprovechen el momento. Hay recuerdos de carnavales de cuando era adolescente que se han quedado grabados para siempre en mi cabeza: esas primeras salidas, los primeros besos, esas copas que ahora no tomaría ni loco. Tantas cosas que merecen ser recordadas y otras nuevas que lo merecerán. Siempre Don Carnal, aunque pierda la partida: hay algo interesante y atractivo en los perdedores.
Nos vemos en la barra, brindo por ustedes.